jueves, 5 de enero de 2012

Cómo podemos salir de la crisis...?

Y hoy la solución a todos los problemas universales...

Demasiado pretencioso. En realidad, no tengo ni puñetera idea de cómo solucionar los problemas de este mundo. Sólo busco promover un cambio de conciencia para aquel que me escuche. Abrir el abanico de posibilidades y ver que piensan y sienten los que son diferentes a nosotros. Explicar las cosas no significa justificarlas.

Si cuando te vas a casa, después de intercambiar pareceres con alguien, y a pesar de que hayas defendido tu posición, crees que bajo ningún concepto nada de lo que ha dicho el otro tiene aplicación en ningún caso, tal vez necesites seguir leyendo...

No quiero ser moralista, para serlo debería predicar con el ejemplo y yo, no necesariamente lo hago, sin embargo sí puedo creer que, al menos aproximarse a lo que digo puede ser saludable para nuestra sociedad. Además, lo que busco es no excluir a nadie porque piense distinto que yo (Siempre que no me quiera sacudir, claro. Me aburriré si hablamos y nadie mueve su posición ni un milímetro).

Nuestra preparación personal para el cambio


Los cambios importantes en nuestra vida surgen de distintas maneras. A veces somos arrastrados por los acontecimientos, otras, están llevados por nuestros impulsos, y, en ocasiones, hemos llegado a decidir libre y racionalmente por nosotros mismos.

Trasladado a los cambios que queremos para el mundo, creo que conviene que sean meditados y consensuados. Si nos dejamos llevar por nuestros impulsos, la ansiedad por el cambio nos hará prescindir del cálculo de riesgos y de la opinión de los contrarios. Será la ley del más fuerte que decide el destino. De esta manera, las decisiones rara vez llevan a resultados positivos. Pronto aparecerán los inconvenientes que no habíamos imaginado y los opuestos al cambio rápidamente promoverán volver a la situación inicial. No todos los cambios tienen botón de deshacer como en Windows. Sabemos cuando entramos pero no cuando salimos.

Y en todos los cambios, siempre aparecen manos hábiles en la sombra que piensan y deciden por los demás. Lo que llamamos élites y que aprovechan la energía inicial de las masas para llevarlas a su terreno.

Las élites son inevitables, son profesionales del poder y los demás somos aficionados. Estamos condenados a que nos manden, porque en su área son más listos que nosotros, lo queramos o no. Bajo mi punto de vista, tan élite es el petrolero o banquero que mueve recursos como el campesino o beduino que sabe mover una masa y arrastrarla a una revolución. Nos importa lo que dicen, pero ¿les importa lo que decimos?

¿Sirve de algo intentar ser tolerantes y universales cuando alguien en la sombra decide lo que tenemos que hacer? ¿Merece la pena el esfuerzo?

Las élites causan problemas a la sociedad pero también beneficios que raramente se perciben, debido al odio que se les profesa. Incluso los denostados bancos son imprescindibles. Cualquier proyecto de ciertas dimensiones que no puede ser abordado por una persona individual necesita un apoyo externo organizado. Me da igual que el banco sea privado o que sea público, porque siempre va a tener un responsable al frente con poder.

Eso sí, no podemos ser unos primos ante actuaciones inaceptables. Pero creo que tampoco podemos reventar instituciones si no estamos seguros que la alternativa que planteamos es mejor. Creo que la mejor estrategia es el desgaste sostenido. Se trata de morder en las canillas al infractor de forma sostenida. Cada uno verá actuaciones inaceptables según su signo político. Dediquémonos a roer todos, acostumbrémonos a ello. Pero antes de ello, mejor que sepamos lo que dicen las dos partes y que no nos domine el corazón.

Utilización de recursos naturales


Estamos haciendo un gasto muy grande de los recursos naturales sin reparar en lo que vamos a dejar a las generaciones futuras. Asumir que la tecnología podrá con todo no vale porque nos puede fallar. Aunque algo se ha avanzado en el tema. Estoy hablando de la siguiente burbuja a la que tenemos ahora y que, en el fondo, la tenemos flotando por ahí.

Propongo es que un organismo internacional lo más independiente posible establezca una valoración económica para cada recurso tanto bajo el punto de vista de reparación ambiental como el de pérdida de recursos. De forma que el impacto de un producto o una obra sea cero. Parece difícil, pero hoy por hoy ayudados con los ordenadores se pueden hacer maravillas.

Nos sorprenderíamos con ello, y veríamos que hay obras que aparentemente nos parecen muy interesantes, pero que, a medio plazo, son muy costosas. Pensemos en los ganaderos de La Mesta desde el siglo XIII, para ellos fue muy conveniente crear pastos para sus ovejas en Castilla, lo cual les dio prosperidad, pero ahora tenemos una región bastante pelada y pobre.

Por ejemplo, para la construcción de una autopista se podría considerar:

  • El coste de desarrollar un vergel en otro sitio por una superficie equivalente a la destrozada.
  • Para todos los materiales utilizados, considerar el coste de volver a convertir la correspondientes plantas de producción en vergeles (en el porcentaje correspondiente claro) ahí entraría el cemento producido en una planta cementera, la grava que proviene de una cantera, el asfalto de la carretera (y el combustible de los camiones que lo han traído) producido en una refinería, la planta que ha construido los camiones de la obra...
  • Establecer otro coste adicional por el daño ambiental creado en la producción de todos esos materiales: emisiones a la atmósfera (plantación de árboles equivalentes para absorber el CO2 producido debido a la obra), vertidos al agua (coste de limpiar y dejar como una patena un río que hubiera recibido esos vertidos) y residuos (coste de convertir en algo sano la porquería generada)
  • Hay un coste irreparable de pérdida de recursos. Por ejemplo, el combustible quemado que jamás volverá. Con el petróleo se puede hacer combustible pero también preciado plástico. No podemos suponer que la ciencia en el futuro hará mejores materiales procedentes de otras materias primas. Las generaciones venideras recibirán lo que les demos. Por desgracia, me parece muy complicado de calcular este coste.
Bueno, pues ahí queda eso, ya me gustaría saber llenar la playa de arena... pero me tengo que quedar en unos cuantos granitos...